Aunque todavía no comprendamos exactamente el modo como ocurre, es muy probable que las distintas motivaciones pongan en marcha diferentes combinaciones de agentes químicos cerebrales. Sabemos que la amígdala alberga los circuitos cerebrales globales de la motivación. En este sentido, el aprendizaje emocional que determina nuestras actividades preferidas, así como el repertorio de recuerdos, sentimientos y hábitos asociados a estas actividades, se halla almacenado en los bancos de memoria emocionales de la amígdala y en sus circuitos asociados.
Una frustración para los investigadores de la inteligencia artificial que tratan de construir dispositivos robóticos que puedan ver y oír como los humanos es que los ordenadores carecen de la guía que proporcionan las emociones porque, en ausencia de un banco de memoria emocional que nos ayude a reconocer inmediatamente lo que más importa -los datos que despiertan nuestros sentimientos-, los ordenadores carecen de la clave más importante y otorgan el mismo valor a todo lo que ven y oyen, con lo cual son incapaces de elegir lo que más importa en un determinado momento. Los ordenadores carecen, en suma, de la orientación que nos proporcionan nuestras emociones y nuestras motivaciones.
Nuestros motivos dirigen la conciencia hacia las oportunidades que más nos interesan. La amígdala forma parte de una especie de “puerta neurológica” que debe atravesar cualquier cosa que nos interese -que nos motive- en función de su valor como incentivo, una especie de distribuidor de nuestras prioridades vitales.
Las personas que padecen enfermedades o traumas cerebrales que les privan de la amígdala (pero dejan intacto el resto del cerebro) experimentan un trastorno motivacional. Son incapaces de distinguir entre lo que les importa y lo que les resulta irrelevante, entre lo que les mueve y lo que les deja fríos, en cuyo caso, todos los actos pasan a tener la misma importancia emocional y, en consecuencia, todo se vuelve neutro.
El resultado es una apatía paralizadora o una entrega incondicional e indiscriminada a todos nuestros apetitos.
Los circuitos nerviosos de la motivación -la brújula que nos ayuda a movernos por la vida- están ligados a los lóbulos pre-frontales, el centro ejecutivo del cerebro que proporciona el contexto y la adecuación necesaria a los impulsos de la amígdala. La región prefrontal alberga una serie de neuronas inhibitorias que pueden vetar o adaptar los impulsos procedentes de la amígdala, agregando una dosis de cautela al circuito neurológico de la motivación. Así pues, mientras que la amígdala nos impulsa a actuar, los lóbulos prefrontales quieren saber antes de qué se trata.
Los trabajadores “estrella” se caracterizan por tres competencias motivacionales fundamentales:
• Logro: El impulso que nos lleva a mejorar o descollar
• Compromiso: La capacidad de asumir la visión y los objeti-
vos de la organización o el grupo
• Iniciativa y optimismo: Competencias que movilizan a las
personas para aprovechar las oportunidades y superar los contratiempos
No hay comentarios:
Publicar un comentario