martes, 6 de octubre de 2009

Mejoramiento genetico

El mejoramiento genético ha surgido como un asunto ético porque implica el poder de rediseñarnos a nosotros mismos, incluyendo el potencial de alterar la esencia misma de lo que significa ser humano. Presenta la opción que requiere la sabiduría de discernir cuando decir "sí" o "no" a esta nueva y poderosa tecnología, y la humildad de saber qué es lo que está más allá de los límites de nuestro entendimiento para evaluar o juzgar.1
¿Es incorrecto producir niños con altura y fuerza alteradas genéticamente para convertirse en estrella de la NBA (llamado "dopaje genético" por la prensa)? Y tome el próximo paso. ¿Por qué no diseñar niños súper inteligentes? Dicho niño podría crecer y descubrir la cura para el cáncer, o una fuente de energía que sin dañar el medio ambiente beneficie a la sociedad. Y, ¿qué hay de malo en rediseñar el envejecimiento humano para que la gente pueda vivir tanto como Abraham y Sara del Antiguo Testamento o incluso Matusalén? o ¿una criatura híbrida con características humanas y animales permitiendo que él (¿eso?) pueda realizar tareas indeseables o peligrosas en la sociedad que otros aborrecen? Algunas de estas situaciones reciben un "no" inmediato, mientras que otras requieren a una deliberación ética" para señalar lo que es correcto o incorrecto.
Hagamos un paso hacia atrás y definamos el mejoramiento genético. Los posibles usos de la tecnología genética están a veces divididos según el propósito: mejoramiento o terapia. El mejoramiento genético significa alterar los genes para mejorar los rasgos humanos o características más allá de lo que se considera "normal" para los humanos, es decir, diferente de los genomas que existen naturalmente (todo el ADN de un organismo). Por contraste, la terapia genética significa alterar los genes que poseen mutaciones peligrosas para prevenir o curar enfermedades. La mayoría concuerda en que un cambio genético que reduce la presencia de una enfermedad devastadora está bien, cuando se hace moralmente.
Hay algunas alteraciones genéticas en cualquiera de los dos polos de las características humanas que son bastante fáciles de clasificar como mejoramiento o terapia. En el caso en cuestión, un cambio genético que cure la fibrosis quística (cística) es sin duda terapia, mientras que producir un ojo humano que pueda ver en la oscuridad es sin lugar a dudas mejoramiento. Sin embargo, hay alteraciones genéticas que se ubican en la zona "gris". Por ejemplo, ¿dónde trazamos la línea en el mejoramiento de una persona de baja estatura –de 4'4" a 5'4" o incluso 6'4"? ¿En qué punto la terapia se vuelve mejoramiento? Podrá ver que la diferencia es difícil de ver y a veces de valor limitado.
El Papa Juan Pablo II usaba la distinción entre terapia y mejoramiento para referirse a la moralidad de las alteraciones genéticas mucho tiempo antes de que fuera científicamente posible llevar acabo dichos cambios en el genoma humano. En 1983, apoyó intervenciones terapéuticas tales como aquellas que afectan las "deficiencias cromosómicas" cuando la intervención promueve el bienestar y no daña la integridad biológica de la persona humana o aumenta el sufrimiento.2 Juan Pablo II también aprobó el mejoramiento genético cuando la intervención "apunta a mejorar las condiciones biológicas humanas" con dos requisitos: la intervención no interfiere con los orígenes de la vida humana en la concepción natural y respeta la dignidad de la persona humana y la "naturaleza biológica común" que provee la base de la libertad humana.
La enseñanza católica, como lo explicaba Juan Pablo II, por lo tanto defiende la esencia humana con su inherente dignidad que merece respeto y protección. Juan Pablo expresó preocupación debido a que el mejoramiento genético podría resultar en cambios que "provoquen marginalización fresca" en el mundo al alterar las características humanas y comprometiendo la integridad de los seres humanos. Advirtió que la intervención genética no debe "ser derivada de una mentalidad racista y materialista dirigida a la felicidad humana la cual es realmente reduccionista. La dignidad del hombre trasciende su condición biológica." Lo que es trascendental en el ser humano, nuestra dignidad y libertad, deben ser protegidas de un ataque tecnológico.3 Estos comentarios revelan la preocupación de Juan Pablo II de que el poder de la genética podría reducir a la persona humana a sus genes, una clase de mentalidad como la de Genes-R-Us (juego de palabras que imita la cadena de juguetes Toys-R-Us) que afirma que somos nuestros genes y nada más. Incluso a niveles puramente sociales/biológicos hay una gran cantidad de evidencia para refutar este enfoque cuando consideramos los asombrosos logros de las personas con discapacidades que triunfan en la vida a pesar de las limitaciones de sus condiciones genéticas y de lo que pueda indicar su ADN.
Sin embargo, sabemos por la demanda de drogas para el mejoramiento de la mente y las tecnologías de reproducción asistida, que el consumidor comprará productos para el mejoramiento genético con el fin de producir niños "diseñados" o "bebés biónicos" en cuanto sea seguro y efectivo rediseñar la programación biológica humana. (Aunque surgen otras cuestiones sobre los procesos científicos para el mejoramiento genético de las personas ya nacidas; dichas intervenciones no interfieren con la procreación ni implican la creación y destrucción de los embriones.)
Es claro que nosotros como sociedad tendremos que crear políticas para dirigir las aplicaciones éticas de esta nueva tecnología; o las fuerzas del mercado solas forjarán el curso del mejoramiento genético y los resultados no serán ni convenientes ni éticos. Para participar de la conversación como católico responsable e informado debemos entender las implicaciones del mejoramiento genético en dos niveles: el proceso científico en sí y las potenciales implicaciones éticas para los individuos y la sociedad.

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